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ACCIDENTE AEREO Este 2024 se cumplen 75 años del terrible accidente aéreo. El 26 de septiembre de 1949, el avión en el que viajaba Paco Mayo se desplomó a las faldas del volcán Popocatepetl. En el fallecieron también, la actriz Blanca Estela Pavón y "El apóstol del maíz" Gabriel Ramos Millán, entre otros. Paco Mayo murió a los 38 años de edad con sus ideales y su Leica colgada al cuello. |
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Libros
Antes que sea tarde
Carmen Parga
“Antes que sea tarde”, es una historia de cómo el espíritu humano prevalece sobre las más terribles amenazas y destrucciones. Destrucción de los vínculos con el propio pasado, con el ambiente prohibido por el exilio; de la memoria bajo el nuevo totalitarismo; disolución de la vida personal en las hecatombes y en las gestas colectivas. Es un libro de resistencia frente a los imperativos de la Historia. Pero no es un libro dominado por el individualismo. Por el contrario, en su autora se mantuvo siempre la imborrable huella de su colectividad “su patria” y la relación con la tierra a que aspiró: la tierra universal de igualdad social y de libertad. La realización pues, de la utopía.
Pero, la autora, Carmen Parga, viuda de Manuel Tagueña (uno de los héroes de la gesta republicana española), añade a esta relación titánica entre historia aplastante y vida individual una capacidad de preservar la intimidad en medio de los naufragios que si no es monopolio, sí que es característico de la mujer. La mujer, cuando se instala en el debido promontorio histórico e intelectual, es más apta para resistir los grandes vendavales de la política, la guerra, el exilio, o la inserción en un ambiente cultural distinto, cuando no adverso o difícil de penetrar. Carmen Parga, en medio del huracán, mantiene el recogimiento y la llama del hogar. En medio de la gran tormenta, Eric Hobsbawn ha denominado al siglo XX, que para él se extiende de 1914 a 1991 (o sea desde el hundimiento del mundo europeo burgés clásico al del comunismo), como una “edad de extremos”. Edad especialmente extremosa en el país de origen de Carmen, España, y para una militante de izquierdas, hasta los años cuarenta o cincuenta comunista, luego en las filas socialistas, cuya apuesta esencial fue desde adolescente no mejorar o hacer más habitable el mundo, sino cambiarlo. Empezando, como se cantaba (y aun sin mucha convicción se entona hoy) el mundo va a cambiar su base, su eje. ¿ Cómo se aúna la visión total política, casi mesiánica, con una tendencia a la libertad de espíritu y un acusado sentido crítico? Dualidad entre destino asumido y constitución sicológica que ha debido acompañar agónicamente a la autora de estas memorias y que aun ahora, cuando ha ganado su emancipación de los vínculos de la militancia revolucionaria y está instalada en la serenidad de la edad y en la satisfacción de la recuperación de su patria aflora, en las páginas del libro. El libro de Carmen Parga no encierra un ajuste de cuentas. En quienes han entregado buena parte de su vida, la juventud, el comienzo de la madurez, a la causa de la revolución y que se han enfrentado con el rostro de su fracaso, desvío y corrupción, es corriente (y es legítimo) que el desenmascaramiento y denuncia se alimente ante el engaño, involuntario y mecánico pero también personalizado y retirado de los vendedores de sueños. Goulas materiales y morales justifican la denuncia. Incluso la obsesión en la denuncia. No es su caso. Ni siquiera se detiene la autora en denunciar a quienes en la emigración en tierras soviéticas sometieron a sus compañeros y compatriotas a presiones cuando no a persecuciones. Por el contrario, en un momento constata que a pesar de tantos sectarismos, no fue la delación práctica frecuente entre los españoles refugiados en la URSS. Pese a todas las miserias humanas, parecía imponerse un cierto clima de compañerismo. Y un cierto orgullo nacional. Orgullo y honor; sobre (o compartiendo) común sumisión y general desconcierto. Junto a la serenidad y la falta de ostentación de la piedad frente a uno mismo (en el español hay menor selfpity que lo que reclaman para ellos mismos los anglosajones) una visión bastante general y racionalizada de lo que ocurría en el mundo. Podían estar poco informados de los acontecimientos pero poseían dos brújulas: el sentido de la historia desde una concepción de la lucha de clases y una afinidad de lo humano y a lo personal frecuente entre los hispanos de ambas orillas. Pero, si la obra de Carmen Parga no es un ajuste de cuentas político, y si su condición de esposa madre y amiga de tanta gente la capacita excepcionalmente para transmitir los ámbitos de la intimidad. Antes que sea tarde, dista mucho de ser un libro intimista. Vocación intelectual, formación (aquella Facultad de Letras en la recién inaugurada Ciudad Universitaria fue de excepcional calidad) hacen que el dios de Carmen Parga no ande exclusivamente entre los pucheros. ¿Por qué las mujeres en España, en los momentos críticos, son a la vez que las más decididas, las de mayor mesura y con mayor capacidad de síntesis entre lo general e histórico y lo íntimo? Carmen Parga pertenece a una generación excepcional. Y en sus mejores representantes poco dada a la exageración de la propia figura. En las páginas del libro se trasluce una conquista por esos jóvenes, universitarios o no, de un papel protagonista que no reniega (aun en las revoluciones) de los valores de una tradición de sacrificio y de propia estimación. Sí de afirmación de su función; lo que, me temo, viene de más lejos de lo que solemos decir. Ahora que empiezan a aparecer versiones de la época republicana desde el recuerdo literario (el reciente libro de Haro Tecglen puede en esta orilla iniciar una tendencia que ya estaba implícita en los novelistas) aparece, no forzada sino curiosamente natural, lo importante que fueron las incorporaciones a la vida universitaria, incluso al debate, de las mujeres de la época republicana. Imagino a Carmen Parga como deportista (sin faldas de altos vuelos como bajo la regresión del franquismo) en los campos de la Ciudad Universitaria o de la Residencia de Estudiantes. (Carmen cita a una atleta que yo tuve como profesora en el Instituto Escuela, cuando era párvulo, si no como Haro Tecglen, “niño republicano”; Margot Moles, de quien recuerdo el constante bronceado y la constante sonrisa). Es enternecedor y significativo, que las canciones y juegos españoles en el Moscú helado y gris de la guerra fuese lo que rescataron los pedagogos musicales y teatrales de la Institución. La República hizo mucho por las tradiciones del folclore nacional. De la trayectoria de Parga como mujer de un militar integrado al la elite del Ejército soviético, en la Academia Frunze, el embrión de lo que se pensaba sería el brazo armado de la Revolución Mundial, interesan más (me interesan más) los años en la Unión Soviética que los pasados luego en Yugoslavia o Checoslovaquia. Moscú, primero. Luego, y de manera extraordinaria, el campo ruso y Uzbekistán. La descripción del invierno en un pueblo de la Federación rusa alcanza la calidad de la gran literatura que reconstruye la época. De las novelas de Navokov, del Don apacible o del Dr. Zhivago. No hay sorpresas, pero sí un efecto muy directo y que la autora no convierte en tesis, de la pervivencia y vitalidad (en un nivel elemental y sin un contenido teológico) de la fe ortodoxa. Fue utilizada por Stalin como aglutinante del nacionalismo en el momento de la Gran Guerra Patria frente al invasor nazi. Me han interesado sobremanera las páginas que narran la estancia en Uzbekistán, en Tashkent y en otros lugares de aquellos lugares remotos a los que se dirigieron las grandes evacuaciones. En los años ochenta, alguien buen conocedor de lo soviético me decía: “La URSS es un fracaso como mundo desarrollado, pero un éxito como Tercer Mundo y, sobre todo como área musulmana” Pero, la dislocación atraso y coacción sobre lo islámico aparecen en las páginas de Parga. También la complejidad. Porque esta gallega, socialista, luego miembro de las Juventudes Comunistas, en el seno de la clase exiliada importante para la revolución, tiene una extraordinaria capacidad para dar cuenta de la complejidad; y ello desde una narración sencilla, directa, sin excesos de análisis ensayístico. En Carmen Parga de Tagueña, se manifiesta un fenómeno misterioso: la capacidad del español para entender y amar lo ruso. Afinidad que corresponde a esa tendencia de los rusos por lo español. A lo que parece ese doble fenómeno se remonto a muchos años atrás. En el capítulo final de Guerra y Paz, Pierre Behuzor se refiere los liberales españoles. Y los Decambristas conocían (al menos de oídas) la Constitución de Cádiz. El Quijote conoce un número fantástico de ediciones en ruso desde el siglo XIX (si no antes) y San Petesburgo debe algunos de los mejores edificios a un arquitecto. Betancur, español. Pero lo notable es que Don Quijote es una referencia constante en el lenguaje culto y semiculto ruso. Un español de mi generación (lo que he comprobado en mis diálogos como político y como escritor por esos mundos) conoce mejor a los grandes escritores prerrevolucionarios que un inglés o un francés. La música de los maestros del nacionalismo ruso hace incursiones a lo español. ¿Por qué? ¿Cuáles son las corrientes subterráneas? ¿Por donde manan? Son afinidades que resisten la explicación, al menos la explicación en el nivel vulgar. La obra de Carmen Parga es una nueva prueba de esa afinidad. Los capítulos que narran la situación de Tagueña y su mujer en Yugoslavia y en Checoslovaquia no son de menor interés. Traducen ese internacionalismo reducido a la clase de servidores de la revolución mundial, pero evidente y muy interesante. Pero son útiles a la biografía esencial. España siempre presente, lejana, ingrata, perseguidora en su dimensión oficial, y la Unión Soviética como motor, o más bien soporte, de la revolución son lo esencial. Y también al final México como puerta a la libertad, como normalidad y como ámbito de progreso y expresión del individuo, que es lo que desde su fundación (es decir desde su descubrimiento, o mejor hallazgo) ha sido siempre América. Prólogo de Fernando Morán. |
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